San Antonio María Claret

Un tejedor de Dios


  • SAN ANTONIO MARÍA CLARET nació en Sallent (Barcelona, España) el 23 de diciembre de 1807.
  • Tejedor.
  • Seminarista.
  • Sacerdote el 13 de junio de 1835. Ministerio en su pueblo.
  • Novicio jesuita en Roma.
  • Cura en la parroquia de Viladrau.
  • Misionero por toda Cataluña (1840 – 1847) y en Canarias (1848 – 1849).
  • Fundador de los Misioneros Claretianos (16 de junio de 1849).
  • Arzobispo de Santiago de Cuba (1850 – 1857).
  • Fundador de las Misioneras Claretianas, de la Filiación Cordimariana y SEglares Claretianos.
  • Confesor de la Reina Isabel II (1857 – 1868).
  • Padre del Concilio Vaticano I.
  • Escritor fecundo.
  • Místico. Apóstol del Corazón de María.
  • Perseguido. Desterrado.
  • Murió en Fontfroide (Francia) el 24 de octubre de 1870).
  • Fue canonizado el 7 de mayo de 1950.

Cuando le preguntaron cómo era capaz de hacer tanto respondió: “Enamoraos de Jesucristo y del prójimo y lo comprenderéis todo y haréis más cosas que yo” (Claret).

SAN ANTONIO MARÍA CLARET fue un alma grande, nacida como para ensamblar contrastes. Pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo pero de espíritu gigante. De apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de carácter; pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aun en medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la madre de Dios (Pío XII).

Claret: Un hombre nacido para evangelizar

“Haz, Señor, que ardamos en caridad
y encendamos un fuego de amor por donde pasemos;
qué deseemos eficazmente
y procuremos por todos los medios
contagiar a todos de tu amor.
Qué nada ni nadie nos arredre, Señor.
Qué nos gocemos en las privaciones.
Qué abordemos los trabajos,
qué abracemos los sacrificios.
Qué nos complazcamos en las calumnias
y alegremos en los tormentos.
Señor, qué no pensemos sino como seguir e imitar a Jesucristo
en trabajar, sufrir y procurar siempre y únicamente la mayor gloria tuya y la salvación de las almas. Amén.”

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